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lunes, 4 de junio de 2018

GUÍA DE APRENDIZAJE FILOSOFÍA -COMUNIDAD POLÍTICA EN ARISTÓTELES/ EN EL ESPACIO DEL SABER -CON EL PROFE EDI



El texto la política de Aristóteles se encuentra compuesto de XIII apartados, los cuales  se han configurado de la siguiente manera: del capítulo uno al dos, comprende la comunidad política; del capítulo tres al siete, se encuentra la teoría de la esclavitud; del capítulo ocho al trece, la teoría de la economía. Aunque este texto es de vital importancia para la comprensión de la teoría filosófico-política de la antigua Grecia, tan solo, nuestra mirada ha sido dirigida al estudio de la primera parte, pues con esta, es que se da inicio, a la configuración sobre la noción de institución política, aquella que se encuentra articulada para responder a la necesidades de los hombres. Con  esto no se quiere decir que las demás partes no son de vital importancia, sino que con aquella es se da apertura a la configuración de la noción política constituida por Aristóteles en este texto. Puesto que es la primera parte, que permite tener una visión objetiva sobre la teoría de la comunidad política, por ende intentare precisar sobre la concepción filosófico-política sostenida por el estagirita en estas dos primeras secciones.


Ahora daré paso a la definición sobre comunidad política, toda comunidad se encuentra configurada con la intención de alcanzar un bien y este es el que constituye sin duda la máxima entre todas y de la cual hacen parte todos las demás. Aquella responde al nombre de comunidad cívica[1].

Pero aquellos que determinan que es lo mismo ser gobernante, rey o administrador de una casa no dicen bien, en tanto que, no se puede asumir que dirigir a unos cuantos o a una gran cantidad sea lo mismo, puesto que pensar que  “en nada difiere una casa grande de una ciudad pequeña”[2] , hará equiparar que la labor del uno con la del otro responde a una misma concepción. Esta aseveración seria en tal caso inadmisible en tanto que, el accionar del gobernante difiere del accionar del rey, pues en este último el poder se encuentra en un solo hombre, es decir perteneciente a un estado monárquico, pero en el gobernante, sus preceptos se encuentran dirigidos de acuerdo a las normativas que prescribe la ciencia política.

De acuerdo a lo dicho anteriormente, queda enunciada la diferencia entre las formas de subordinar, someter y dirigir al hombre, según la exegesis propuesta por Aristóteles en este apartado, y mencionadas anteriormente, para ello se hace necesario vislumbrar de forma sintética cada una de las partes mínimas de las que se encuentra conformada la ciudad, para lo cual se dará paso a la determinación de la génesis de la ciudad y seguido a ello se lograra determinar que el hombre es un animal social por naturaleza, es por aquella última condición que se podría deducir lo siguiente, “la polis es una de las cosas que son por naturaleza”, y por ende el individuo un viviente político por naturaleza. 
Por otro lado, tenemos que la naturaleza no hace nada en vano cada cosa ha sido encaminado a un solo fin, y este fin es el que constituye el bien al que cada cosa deberá tender para su completa realización, para lo cual deberá encaminarse como debiere ser, procurarse en cierto modo de los medios necesarios para poder alcanzar su propio bien, es decir “la naturaleza no hace nada con mezquindad, sino cada cosa para un solo fin”[3], esto se puede conjeturar a causa de que, a pesar del devenir al cual se encuentra expuesto el hombre en la naturaleza, siempre se hace preeminente la siguiente condición, que viene dada a partir de la relación que se establece entre la hembra y el macho, puesto que aquellos han sido conducidos a emparejarse, con miras a una generación, y esto se produce a causa de que ninguno puede vivir sin el otro, el individuo tan solo se reconoce así mismo en relación con otros seres de su misma especie, podría decirse que está buscando reconocerse en la disparidad que encuentra con su opuesto, la cual se hace posible, entre el macho y la hembra. Vale la pena señalar también que el individuo que tiene la capacidad de discernir, sobre lo que le es conveniente a los hombres, es un jefe por naturaleza, además el que se encuentre subordinado a los preceptos de otros es súbdito y esclavo por naturaleza.

Ahora bien todo el accionar del hombre se encuentra si se podría decir determinado por la naturaleza, así que es menester deducir que todo cuanto existe se encuentra configurado de acuerdo a lo que está supone, de este modo queda mencionada  la cuestión en la que se empezara a configurar la institución política, pues como se señala líneas arriba, la ineludible disposición que siente el individuo a vivir en comunidad, y que se empieza a articular a partir de la primera relación que se da entre los hombres, y que viene dada a partir de la primera comunidad que se ha configurado naturalmente, que surge a causa de la relación entre el macho y la hembra,  aquella es la casa. Y la unión de varias casas es la que daría pasó al segundo estadio configuración de los hombres y es con la que se prosigue con la articulación de la comunidad política, puesto que la unión de “varias casas” unidas con miras a lograr subsanar las necesidades de los individuos “es la aldea”, necesidades que no serán solventadas tan solo en la casa, puesto que muchas de ellas se van acrecentando con el devenir al que se encuentra sujeto el hombre dentro de la naturaleza y que se vienen a subsanar en esta unión entre los hombres.

El accionar de los integrantes de una aldea se encuentra dirigido por los preceptos del más sabio, pues los individuos debido a su tendencia a vivir en comunidad, reclaman la presencia de un ser que regule su actuar, pues es él, el único que tiene la capacidad de discernir sobre lo que le será conveniente a cada unos de sus miembros, en este caso vendrá a ser el anciano o los reyes, y esto tan solo es llevado a cabo en la aldea, ya que aquellos se encuentran sujetos por un grado de consanguinidad, pues como lo dice homero: “cada uno es legislador de sus hijos y esposas” [4].

Después de esta unión entre casas a la que se le denomina aldea, prosigue la de las aldeas y es, esta última unión, a la que se le denomina comunidad cívica, aquella que nace “a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para el vivir bien”[5] , es decir todo cuanto existe dentro de ella, tiene la capacidad proveerles de las cosas que le resultan útiles a cada uno de sus miembros para su conservación; la polis representa para Aristóteles la fase terminal, en otras palabras el desarrollo natural del hombre culmina en la asociación política, pues dado que la naturaleza es un fin en sí misma, la polis también es un fin en sí misma, ya que es aquí donde se encuentra la estabilidad que cada individuo necesita para vivir bien, de esto se sigue que “vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz”[6],puesto que para alcanzar la realización los sujetos, deben de encaminarse por un perfecto accionar y del que tan solo se hace posible por el hombre prudente, aquel que sabe cuando y como debe obrar, conoce que es lo bueno y siempre lo persigue, comprendiendo de ante mano que es lo conveniente para sí  mismo y para los demás,  este es el animal social.

Pero este fehaciente vinculo a vivir en comunidad, viene dado por el hecho de que él es el único que posee logos, a diferencia de los demás seres de la naturaleza aquel es el único que ha sido dotado a diferencia de los demás animales, con un medio de comunicación racional que le permite establecer acuerdos sobre lo justo e injusto lo bueno y lo malo, lo conveniente e inconveniente, desde aquí se empieza a configurar su propia moralidad, la cual le permite dirigir todo su accionar hacia una vida buena que tan solo estará dada dentro de la polis.

Nada exime al hombre de esta unión, puesto que aquel solo se puede percibir así mismo en relación con los demás, “el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios”[7], esto quiere decir que los hombres son los único seres que se ven en la necesidad de vivir en comunidad todo ello se sugiere por el hecho de que aquí es donde ellos pueden alcanzar su propia felicidad, y no solo por esto, sino que también cada una de las partes de las que se encuentra compuesto este todo, no pueden estar soslayadas de este, pues esta es en la medida en que la parte adquiere valides, pues la parte no debe ser anterior al todo, sino al contrario el todo debe anteceder a la parte, puesto que “destruido el todo, ya no habrá ni pie ni mano, a no ser con nombre equívoco, como se puede decir una mano de piedra: pues tal será una mano muerta”[8] la polis es un organismo vivo, en donde todas sus partes operan bajo la misma prerrogativa para qué todo se mantenga conducido hacia la mantención de lo mejor.

Todo acto humano tiende hacia un bien, este constituye sin duda la máxima a la que se deberá propender, y, será, para el estagirita, la conformación de la comunidad política; en donde reposa un buen accionar por parte de todos los miembros inscritos en ella, procurar la vida buena es sugerir en cierto modo la eliminación de las contradicciones y/o divergencias, que en cierto momento llegaran a desarticular la estabilidad dentro de la polis, pues el viviente político, es el que se encarga entrelazar la trama y la urdimbre, entrelazando los hilos que se encuentren dispares, pues aquel comprende cual es la medida justa que le permite discernir cual viene a ser lo mejor para mantener la armonía, puesto que la unión última de todos los fines intermedios y coyunturales del hombre, son los que vienen a recaer en el fin último, como se ha reiterado por Aristóteles, la polis. La polis es el resulta de la unión los hombres, que se encuentran dirigidos hacia un bien humano, que es la vida en comunidad y que será el retorno del hombre hacia su condición natural.


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Bibliografía:
ARISTOTELES, Política, editorial Gredos, Madrid 1986.

ARISTOTELES, Ética Nicomáquea, editorial Gredos, Madrid 1985.





[1] ARISTOTELES, Política, editorial Gredos, Madrid 1986, pág.46.
[2] Ibíd.
[3]Ibíd., pág.47.
[4] Ibíd.pág.49.
[5]Ibíd.
[6] Ibíd., Ética Nicomáquea, editorial, Madrid 1985, pág., 132- 1095ª.
[7] Ibíd., pág.,52
[8] Ibíd.

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